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Oscuridad.

Siempre tirando de la cuerda,
al final te quemarás las yemas.

Pareces el octavo día de la semana,
como si quisieras doler más que el lunes, 
sabiendo que lo peor no viene de día.
Prometo arroparte a la vez que llanto sale de mí,
siempre le gustó ser el héroe, 
siendo yo más de tirar la piedra 
y caerme con ella.

Mírame, desnuda, que aún duermen los sumisos
(tercera persona del plural, y singularmente esclavizados)
¿has visto que silencio sale de sus bocas?
Ojalá.

Solo una vez te odie, 
una vez por parpadeo,
y fue absurdo, créeme,
más absurdo que creer que los celos son amor 
y que los títulos de propiedad significan amar,
fíjate.

Aunque espero y espera, espérame en la salida,
salida línea 1, en plena calle, cinco minutos,
subo a pie, sin calma y con torpeza,
y me rio, rio mientras trepo

(río lleno de coherencia me inunda)

y entonces alardeo de libertad, 
y el público aclama retirada,
y entonces grito hasta rugir,
y el público condena (perpetua)
y entonces vocifero más fuerte,
y el público calla, libre
y el pueblo aclama, libre
y libera, y (se) libera.


(+) contenido al final del post.



    Sábado 17.9 | (Re) descubriendo; estampa japonesa (y Monet se encontró),
dos asientos de anfiteatro, vista periférica y llamadas divinas.

A veces, las cosas valen la pena (y hasta te la quitan), y por eso, me apetece recomendar una obra de teatro a la que he podido asistir en dos ocasiones y con repartos diferentes, y mirad, me quedo con todos ellos y con la viveza de la historia, que oye, Whitney Houston siempre es buena opción. 

    En serio, cenar en un japonés y luego ir al teatro, es un buen sábado. Y si añades un donut entremedias, mejor aún. 
    





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