expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>


A mil por hora, a idas y a veces.

A veces, me rescato y pierdo; pierdo lágrimas por el camino.

Camino descalza (siempre) sobre rotos y afilados ápices de realidad.

Realidad por realidad, se han desojado más venas de las que jamás quise contar.

Contar conmigo (y sin nadie, nadie abrazándome esta noche) es lo único que aún no he perdido a mitad de un beso.

Beso, una a una las hogueras de San Juan que no me atreví a provocar; uno a uno, los cortes, heridas y cicatrices que lloran y rasgan mi almohada, como si quisieran a estas horas sanar. Una a una, mejor vayamos, una por una.

Una corazonada, es el impulso espontáneo con que alguien se mueve al ejecutar algo arriesgado y difícil según dicen por ahí, y que digan lo que inventen, para nosotros siempre será ese grito a escondidas, ese "vamos coño, que de esta salimos, hazme caso".

Caso el que pierdo a deshoras, el que no me hago y el que quizás, a menudo, demasiado.

Demasiado eres, dicho con los ojos cerrados, vendados y vueltos, que esto es importante. 

Lo que importa, lastima y daña, lo que te hace y duele. 

Duelo el de mi cordura, locura y duda; déjame dudar de ti, pero nunca,

nunca, nunca, nunca 

de mí. 
















  







No hay comentarios:

Publicar un comentario