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Quien mejor que tú.

Quien mejor que tú para escribirme, leerme y dedicarme (despeinada, en bragas y descalza; sola, medio viva -o medio muerta- y mía). Siempre descalza y mía, siempre en bragas y resurgiendo, siempre con mechones en la cara y sola, siempre a cuestas. Cierra la boca y que salgan los cuervos.

Te pierdes, coño, te pierdes más veces que las que has jurado vencerte un domingo de madrugada. Y te perderás, créeme que aún te perderás. Como dudarlo, si no dejas de perder la cabeza, los huesos y las arterias por cada ambigüedad que encuentras. Y sí, te pierdes y te encuentras a ritmos paralelos, y a contracorriente, siempre fuiste de esas. Siempre fuiste de la última media hora, de las prisas y de los nervios, de poner a todo el mundo de los nervios; y de creerte (nunca dejaste de dudarte para luego creerte), de llenarte, de impregnar cada nervio de ti y de tus disparates inconclusos. 

¿Recuerdas como nos gustaban las mañanas en la azotea, contigo, conmigo y con las dos? Como olvidarme. 

Recuerdo como no nos rendimos, no cambiamos y cómo, como han luchado por hacerlo. Recuerdo como morimos los onces y como volvemos a la vida los quinces. Recuerdo como rasgamos nuestras cuerdas porque no, nunca es suficiente, nunca hay demasiado estruendo, ni demasiado sigilo. Recuerdo mirarte y odiarte, me lo recuerdo demasiado a menudo. Pero no, no llores aún, también me recuerdo queriéndote, queriendo cada poro de tu piel (esa que tanto arrancas y deshojas), cada pelo de tu ser (ese que ahora, y siempre, es llama, fuego y lucha), cada cicatriz de tu espalda, piernas y alma (esas que nadie entiende, ni comprende, pero que tu abrazas, con ternura para que no duelan -en exceso). Te juro que lo intento, y quizás hasta lo consigo los martes trece (por llevar la contraria, ya me conoces) y ojalá, ojalá ser quien mereces a cada intervalo, y a cada aliento, pero fuimos tercas desde que recuerdo. Y sí, con cataratas recorriendo mis mejillas (las tuyas) y con el intento de hoyuelo lateral derecho marcando el rumbo, te juro que te quiero, y me quiero, como nadie será capaz de hacerlo, y te confío, me confío a mí, y por mí, todo cuanto quiero y quise, y querré.

Jamás llore por nadie más que por ti, y nadie me hirió tanto como tu.
Jamás seré más de nadie que tuya, y jamás seré más libre que viva nací.

Incondicionalmente tuya, es decir, mía.

Incorregible y susceptible, déjame serte.

Y de por vida, y con las sombras de bandera, hazte y hazme.

Dedícame el baile M, dedícate el baile principal, intermedio y final Marta. 

Quien mejor que tú.
Quien mejor que yo.

Nada y todo cuanto soy.  

                                                                                               


 - M.







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