Nací libre; y créeme que así partiré de aquí.
Podría darte mil y una explicaciones y murmurarte cuantas veces me recuerdo al día el ayer;
lástima que me hayas encontrado justo ahora: tan alma como libre, y tan libre como viva.
A veces, sin la prisa del último sorbo, juego a pararme el pulso de memoria, quedándome afónica, sin voz, y es ahí, en ese preciso momento, donde me convierto más que nunca en sociedad.
Que historia más triste, ¿no?
Resulta que estamos fuera de juego, fuera de tiempo y fuera de control.
Me gustaría saber si algún día te has llegado a preguntar cuantas han sido las bocas que te han querido ver muda y sin habla, sin elección, sin argumento y sin vocales.
¿Cuántas?
Sinceramente, déjame que me levante y grite, una a una, las que he cerrado de un portazo y sin adiós, declarándome yo, a mí misma, como pájaro y caricia, como llama prendida y abrazo roto, pero firme, siempre firme.
Hoy en las noticias habían declaraciones; pero este lunes no me importa más declaración que esta.
De mí para mí.
Me declaro más mía que libre;
y más libre que de nadie.
Más que nunca,
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