Odio
el té frío.
Odio
que se me descascarillen las uñas, a la par que mi alma.
Odio
que no estés, cuando me juraste estar.
Odio
la gente que se queja por todo; mientras yo me quejo
antes y mejor que ellos.
Odio
a la luna cuando se esconde; me prometió no hacerlo.
Odio
que no estés, cuando amanece y el frío llega.
Odio
la nieve, porque nunca quiere jugar conmigo,
por miedo a enamorarse.
Odio
los escaparates andantes, demasiado falsos;
como mi “vete, estaré mejor sin ti”.
Odio
que no estés, a pesar de todo.
Odio
la soledad de mi cama, por hacerme aferrarme tanto a ella.
Odio
los mensajes cursis de buenos días; llámame estúpida, pero
prefiero buenas
noches grabadas a fuego en mis comisuras.
Odio
que no estés, haciéndome rabiar un poco más.
Odio
a la vida, por joder tanto; y tan bien.
Odio
que me odies, y me ames tanto y tan de vez en cuando.
Odio
que ya no estés.
Nunca
más.
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