Espalda desnuda y manos demasiado fugaces,
huesos marcados a hielo por tus veintiocho incendios
provocados.
Mirada felina a punto de cometer su séptimo
asesinato,
y siete vidas de más; de más suspiros que noches.
Tres de la madrugada,
y tres en discordia recorriendo a toda hostia la ruta 66;
y tres en discordia recorriendo a toda hostia la ruta 66;
o 27 si siguen
los rasguños que visten mis piernas.
Demasiadas paredes en busca de arañazos,
demasiada agua oxigenada recorriendo mis venas,
demasiados besos de garrafón a cuestas.
Y justo entre
tus “aquí sigo” suena, suena esa maldita canción que hace enloquecer a quien te
busca y busca enloquecer contigo.
Suena demasiado alto, aunque ya quizás, no sea
música lo que suene, y os hayáis vuelto demasiado cuerdos en algún sótano sin
ascensor, o en algún portal abandonado.
Arte lo llaman algunos;
menuda locura, nosotros ni lo llamábamos.
Se me olvida respirar,
no me hace falta,
ni falta me hace
que sigas aguantándote la respiración cada vez que todo va según los previsto; aunque visto lo visto, ya ni eso te consuela.
Qué pena que te
escondieras tan bien.
O mejor pensado
y jamás dicho, que pena que llores a escondidas por lo que ya no, pero igual sí
nunca más.
He buscado un par de veces más tu herida, esa con la
que siempre te acostabas, y que sabrás
tú de vértigo, si preferías los por si acaso en vez de los me quedo.
_____________________________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario